En verdad hubo días que no tuvo que hacer, otros en cambio lavaba ropa ajena, limpiaba los vidrios de los carros, cualquier cosa y cuando su niña nació, una esquina oscura fue el testigo fiel de una más que se dedicó al más antiguo de los oficios. Al principio fue difícil, pero sus hijos necesitaban muchas cosas. Y así con mucha humildad pero mucho amor, les dio siempre lo necesario, aún a costa de su propio sacrificio.
Los años pasaron y cuando sus hijos crecieron, ella orgullosa de verlos ya casi profesionales, pensó en que había llegado el tiempo de descansar. Aún era joven, pero la vida que llevaba la había envejecido, y estaba enferma de tanto sufrir.
Pero un día, una mala lengua, de esas que no sienten verguenza de clavar en los demás el dolor de sus puñales malintencionados, le contó un día a la joven el pasado de su madre.
Esa noche, cuando volvía cansada a casa, y las gruesas gotas de una tormenta caían en los techos de las casitas del barrio, la primera mirada que encontró al entrar fue la de su hija, quien al verla le dijo:
Vete! no quiero verte, hoy supe que eres una prostituta, vete porque no eres digna del amor de tus hijos, me das asco!
Ella no supo que responder, sabía que un día lo sabrían, siempre lo temió y siempre pensó que la reacción de ellos no sería agradable. Pero darles asco, eso no, esa palabra fue un puñal que certero se clavó en su alma, y corrió, corrió bajo la lluvia que parecía compartir con ella su dolor derramando en su rostro, un copioso llanto. Cuando empezó a amanecer, ella lloraba aún sentada en la cuneta, varias cuadras de su casa. De pronto, una cálida sábana le cubrió la espalda y al volverse, vio al mayor de sus hijos: Madre toda la noche te he buscado, ven, volvamos a la casa.
No- le dijo- tu hermana me desprecia, no sé si tu ya lo sepas.
Saber qué? Yo solo sé que te quiero mucho, nada que venga de ti me averguenza. Tú no eres más que una mujer valiente que se enfrentó a la vida como pudo para dar de comer a sus hijos.
Esa mañana los hermanos pelearon como nunca, ante la mirada angustiada de su madre:
-Que se vaya! No ves que es una cualquiera?, no te da pena su oficio? A mi me da verguenza que mis amigos sepan lo que ella es, ya poco me falta para ser una profesional.
-Pues vete con tus amigos yo me quedare a cuidarla.Yo no me he olvidado de las veces que se sacó el pan de la boca para dárnoslo y de las noches que veló junto a nuestra cama cuando tu y yo estábamos enfermos. Tú y yo no tuvimos padre porque nos abandonó pero en cambio tuvimos una madre que todo nos lo dió, o es que alguna vez te faltó algo? Yo solo sé, que lo que soy se lo debo a ella. Si tu la desprecias, pues vete que yo la amaré por los dos. Y así fué.
Los días y las noches de un largo año pasaron, y aquella muchacha que con impetú de conquistadora salió de su casa segura de sí misma, nunca se gradúo, pero en cambio encontro el amor. El amor traidor de un hombre que despues de burlarse de ella aprovechandose de su inexperiencia, la abandonó, como un día otro cobarde abandonara a su madre, dejandola con un hijo en el vientre, sola como aquella a la que tan duramente había criticado, con hambre también, y peor aún porque el remordimiento d la crueldad con su madre la atormentaba tanto, que había envejecido rapidamente. Por hambre y remordimiento volvió al hogar. Entró a la casa (de la que aún conservaba las llaves), su hermano sentado en el comedor la miró fijamente, pero no había en su mirada reproches sino amor.
-Vengo- le dijo -, a pedirles perdón a ti y a mi madre, a quien tanto hice sufrir.
El hermano bajó la mirada un momento, y luego le dijo: Sígueme.
La joven lo siguió varias calles hasta llegar a un cementerio, y ahí entre las primeras tumbas de la entrada, blanca se erguía la tumba de su madre.
-Nooo!!! Gritó espantosamente, porque se le desgarro el alma, llorando se echó sobre la tumba, beso la tierra y arañando el cemento le pedía perdón -Porqué? se preguntaba. por que no pude ver a mi madrecita por última vez? por que no pude pedirle perdón de rodillas, besar su frente, velar su cuerpo? por que te fuiste madrecita sin yo decirte mi último adiós?
Allí postrada sobre la tumba de su madre lloró el llanto más amargo de su vida.
El hermano a pesar del dolor conservaba la calma, le dijo: Sabes? hasta en el último momento te llamó, aquella noche de lluvia le hizo daño , le dio pulmonía. Pero no llores, ella nos ha perdonado a los dos, yo también fuí culpable por no perdonarte, no te busqué aunque ella me lo suplicó muchas veces, y la deje consumirse de tristeza.
Pero aún en su lecho de muerte, ella te bendijo, y me pidio que si volvías te recibiera con los brazos abiertos como ella lo hubiera hecho y que de ahí en adelante fueramos unidos y nos amáramos como siempre nos enseño.
Los dos hermanos se retiraron lentamente, y no pudieron escuchar que en la brisa suave que acariciaba sus frentes su madre los bendijo por última vez.
La madre no es buena ni mala: es madre. No nos toca a nosotros como hijos juzgar sus actos, porque es la propia vida la que con profundas heridas nos cobra el dolor que le hayamos causado. No olvidemos que despues de Dios, solo tenemos el amor de nuestra madre.
Si aún conservas el amor de tu madre, venérala como un ángel. y si ella te lástima perdónala, pero jamás la señales, jamás la ofendas, jamás la desprecies, ni te averguences, porque el llanto de remordimiento que has de llorar, ese es en verdad el llanto más amargo.
SIN PALABRAS..ESTO REALMENTE OCURRE
ResponderBorrarQue bonito aprendizaje para los hijos que lastiman a sus madres con palabras ofensivas en lugar de darles las gracias
ResponderBorrarDios nos bendiga siempre con nuestra madre..
ResponderBorrarHermoso
ResponderBorrarMuy bonita historia yo no sé pir que habra gente malvada que le gusta destruir una familia con chismes
ResponderBorrares hermoso
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